jueves, diciembre 12, 2013

Evangelio Diciembre 12, 2013

Bendita tú entre las mujeres
Lucas 1, 39-48.
Solemnidad de la Virgen de Guadalupe. Un amor fiel, un amor fresco, un amor de Madre, en el tiempo y en la eternidad.
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-48

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces, Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. Entonces dijo María: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Oración introductoria
Señor Jesús, Tú sabes que llevo mucho tiempo buscándote; aquí estoy. Creo en Ti. Creo que estás realmente presente en la Eucaristía. Creo que estás presente en mi prójimo.

Petición
«María, háblanos de Jesús, para que el frescor de nuestra fe brille en nuestros ojos y caliente el corazón de aquellos con quienes nos encontremos, como tú hiciste al visitar a Isabel que en su vejez se alegró contigo por el don de la vida». (Benedicto XVI, Oración a la Virgen de Loreto, 14 de febrero de 2007).

Meditación del Papa Francisco
En el contexto del Evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María. El mismo evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: "Bienaventurada la que ha creído" [...]
En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo. Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado (S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 58).

Reflexión
Es una realidad que todo ser humano busca la felicidad. Pero, si todos queremos ser felices, ¿por qué hay tantos problemas?, ¿por qué existen tantos males como las guerras, las injusticias y los odios? La respuesta es muy sencilla: porque no todos sabemos en qué consiste la felicidad. María nos enseña que la clave de la felicidad está en dos cosas: amar y ser amado.

Estas realidades no van contrapuestas, sino que están tan unidas como nuestra alma a nuestro cuerpo. María nos muestra el por qué. Ella ha experimentado el amor de Dios a tal grado que se ha convertido en el pilar que sostiene su vida. Sabe que pase lo que pase Dios no dejará de amarla. Con su actitud, nos invita a estar conscientes de que todo en nuestra vida es pasajero, excepto el amor de Dios. Podemos perder todo: casa, trabajo, familia… pero nunca perderemos el amor de Dios.

Es precisamente esto lo que lleva a María a la segunda parte de la felicidad: amar. Cuando un cristiano experimenta el amor de Dios, surge en su interior un sincero deseo de corresponder. María lo demuestra cuando, con alegría y sencillez, va en busca de su prima Isabel, para llevarle a Jesús.

Éste es el reto de los cristianos: amar y ser amados. La segunda parte ya la tenemos: Dios nunca dejará de amarnos. ¿Estamos dispuestos a vivir la primera?

La Iglesia en México, en América, en el mundo entero, celebra la Virgen de Guadalupe, y tendrá siempre presente un cerro en el que la Virgen nos alentó con su cariño: "¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?" Son palabras que nos unen directamente al Calvario, cuando Cristo, el crucificado, le dijo a María: "He ahí a tu hijo". Son palabras que nos alivian en las mil aventuras de la vida, en los peligros, en las pruebas, en los fracasos.

María nos espera a todos, como a hijos. México estará muy cerca de Dios si sabe conservar, en la fe de cada mexicano, su amor a la Virgen, Nuestra Señora del Tepeyac. Cuando rompamos las fronteras de la muerte y encontremos al Dios de la justicia y del perdón, sentiremos en lo más profundo del corazón el cariño de María de Guadalupe. Un amor fiel, un amor fresco, un amor de Madre, en el tiempo y en la eternidad.

Propósito
El día de hoy voy a rezar un misterio del rosario, agradeciendo a María la ayuda silenciosa que me ha dado durante toda mi vida, encomendando a mis familiares y seres queridos.

Diálogo con Cristo
Jesús, en este día dedicado a la Virgen de Guadalupe, te doy gracias por haberme dado a María como Madre. Ayúdame a imitar a la Virgen en sus virtudes, especialmente la generosidad y la servicialidad. Dame la gracia de tener un alma profundamente eucarística, para que toda mi vida pueda transformarse en un Magníficat.
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Autor: Rodrigo Fernández de Castro De León, L.C. | Fuente: Catholic.net

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